martes, 3 de julio de 2007

Los jóvenes, ¿un problema dentro de la sociedad argentina?

Durante los últimos años la problemática juvenil fue objeto de los principales encabezados de la prensa y de los medios de comunicación, se volvió un tema central de la opinión pública.
En la “cuestión juvenil” se entrecruzan preocupaciones de los mas diversos signos ideológicos que oscilan con frecuencia en ver a la juventud como un “problema a resolver” o como una “situación a controlar”[1]. Tampoco es difícil encontrar sobre el tema frases que remiten a lugares comunes y afirmaciones obvias como la tan usada afirmación de que “la juventud es el futuro del país”. Todas tienden a resaltar y a depositar en los jóvenes, una pesada carga de responsabilidades. ¿Acaso cuando los adultos repiten una y otra vez esa frase no se detienen a pensar que ellos también fueron jóvenes?
Esto da a entender que los mayores son el presente y los recientes son el futuro, ¡qué absurdo suena!
Hay tres procesos que explican la relevancia actual de la problemática juvenil: por una parte los índices de delincuencia y de violencia ciudadana; en segundo término, la incidencia del problema del consumo de drogas sociales (alcohol, tabaco, marihuana) y las llamadas drogas pesadas (cocaína, crack, etc.) en determinados sectores sociales, y mas recientemente, ciertas manifestaciones juveniles, las movilizaciones y acciones, como la “toma de los colegios” que tan en moda se puso en estos últimos tiempos.
El fenómeno de crecimiento de la delincuencia y de la inseguridad ciudadana tiene como uno de los principales protagonistas a la población joven.
Son pocos los ciudadanos que reflexionan y consideran las necesidades y las potencialidades de los adolescentes y jóvenes.
Como sostiene Pierre Burdieu[2] “la frontera entre la juventud y la vejez en todas las sociedades es objeto de lucha”, el tránsito de la juventud hacia la vida adulta, entendido como un proceso mediante el cual se pierden los roles sociales correspondientes al estatus de joven y se incorporan los adultos, se expresa estructuralmente en cuatro puntos básicos: el abandono de los estudios formales, la entrada al mercado de trabajo, el proceso de constitución de la familia, y la tenencia de hijos. El abandono del sistema educativo formal, constituye un punto particular de ruptura con la condición juvenil.
Ahora yo me pregunto ¿Por qué será que cada vez que se habla de jóvenes se los relaciona con problemas? Volviendo a lo dicho anteriormente, son pocos los que reflexionan sobre las potencialidades de los “nuevos” pero ¿es en realidad así? ¿los jóvenes de nuestros días no tienen la suficiente potencialidad? ¿Acaso no estudian, no se esfuerzan, no logran cosas fabulosas, no sueñan, no tienen metas ni proyectos?
Los adultos siempre nos hablan sobre valores y conductas humanas, el dilema entre lo qué es bueno y lo qué es malo ha existido siempre entre los hombres, y en cierto modo, al pasar de los años, pareciera que el conflicto entre ambas posiciones cobra cada vez más complejidad. Pero, ¿quién decide si una acción determinada puede ser catalogada como buena o como mala? Creo que, lamentablemente, llegaremos al fin del mundo y todavía no habremos podido responder definitivamente a esa pregunta. Sin embargo, después de pensar un poco al respecto, estoy prácticamente convencida de que, como seres humanos que somos, todos venimos al mundo con parámetros o valores innatos que establecen diferencias entre el bien y el mal, y que es la familia, la sociedad, la educación, y las circunstancias en las que nos desenvolvemos, lo que nos lleva a confundir o rechazar, consciente o inconscientemente, lo que es bueno y lo que es malo. Por lo general, el hombre, ya sea por conveniencia, ignorancia o egoísmo, decide establecer por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo según sus intereses personales, sin importar las consecuencias de lo que esto pueda generar en los demás, y es por eso que, en una sociedad cada vez más materialista, vanidosa y absurda, el conflicto entre el bien y el mal se hace cada vez más preocupante para aquellos que, de una u otra forma, buscan la armonía y el equilibrio entre los seres humanos. En mi opinión, por naturaleza, las personas saben lo que está bien y lo que está mal en determinadas condiciones, pero por desidia o egoísmo no le dan importancia, y de tanto actuar así, la conducta se convierte en hábito, consciente o inconscientemente.
Precisamente de esa indiferencia y rechazo que demuestra la sociedad actual hacia el desarrollo práctico nace la impotencia que sienten algunos jóvenes al ver como la convivencia entre los hombres se hace cada vez más áspera y dolorosa para la gran mayoría. Para los filósofos, desde el punto de vista moral, existen tres tipos de personas. Los egoístas, los altruistas y los utilitaristas. Los primeros son los que piensan solamente en ellos, sin importar los demás. Los segundos son los que piensan sólo en los otros, sin importar ellos mismos. Y los terceros son los que piensan en todos, incluyéndose a sí mismos. Entonces me pregunto, ¿por qué no podemos ser todos utilitaristas? ¿Serán los adultos egoístas con ciertas decisiones que les imponen a los jóvenes? Mario Margulis[3] nos cuenta sobre la moratoria social a la moratoria vital[4] y dice “la juventud puede pensarse como un período de la vida en que se está en posesión de un excedente temporal” ¿Será esa la causa por la cual los grandes muchas veces no entienden, o no quieren entender a los jóvenes?
Siempre aparecen frases como “nosotros ya pasamos por tal u otra cosa”, ¿es esa la justificación de su egoísmo?
En definitiva, si todos utilizáramos el sentido común que nos fue otorgado por naturaleza a los seres humanos, el mundo sería un lugar aún más bello y armonioso para sus habitantes. Esa es la clave de todo. Sentido común.
Luego de estas reflexiones me formulo la siguiente pregunta: ¿son los jóvenes un problema o todos los problemas pasan por la sociedad en su conjunto?




[1] Hasta hace algunas décadas existió un asentimiento en que los sectores vulnerables eran la infancia y la adolescencia, además de la vejez. Hoy en día parece evidente que la juventud fue incluida en los “sectores de riesgo” que requieren algún tipo de tratamiento particular por parte de la sociedad.
[2] Pierre-Félix Bourdieu, 1 de agosto de 1930 - París, 23 de enero de 2002, fue un sociólogo francés, uno de los más conocidos e influyentes del siglo XX. Estudió filosofía en París en la École Normale Supérieure. Desde 1958 a 1960 realizó su trabajo de investigación en Argelia, donde comenzó a construir las bases de su reputación en el campo de la sociología.

[3] Mario Magulis, investigador del Instituto Gino Germani, Profesor Titular de Sociología de la Cultura, Universidad de Buenos Aires.
[4] La moratoria social es una deuda que tienen los jóvenes con la sociedad y la moratoria vital es el excedente de tiempo del cual nos habla Mario Margulis, que tienen algunos jóvenes de determinadas clases sociales, puntualmente las clases altas, ya que tienen el sustento económico suficiente a diferencia de las clases más bajas.

Bibliografía

- La juventud es más que una palabra, Mario Margulis y Marcelo Urresti.
- La juventud no es más que una palabra, Pierre Burdieu
- Enciclopedia electrónica ,http://es.wikipedia.org
- Psicología Básica, Jorge Eduardo Freiría